Descripción de los arquitectos. En Santiago, los edificios que quieren parecer "contemporáneos" tienen fachadas de vidrio, pero debido al clima local, el pago por este recurso estético es un enorme efecto invernadero. Este edificio tuvo que responder a las expectativas del cliente de tener un centro de innovación con una "mirada contemporánea". Esta búsqueda acrítica de contemporaneidad ha poblado Santiago con torres de cristal con serios problemas térmicos interiores y un enorme gasto energético en aire acondicionado. La manera de evitar ganancias de calor no deseadas no es ciencia espacial; basta con colocar la masa del edificio en el perímetro, empotrando los vidrios para evitar la radiación directa del sol y permitir la ventilación cruzada. De este modo se pasa de 120 kW/m2/año (el consumo de una torre vidriada típica en nuestro país) a 45 kWh/m2/año.
Así, revertimos la planta típica con núcleo opaco y borde exterior transparente y propusimos poner toda la masa en el perímetro con un núcleo permeable y abierto. La fachada opaca no sólo es energéticamente eficiente, sino que también contribuye a proteger los espacios de trabajo de la luz solar directa, evitando el uso de cortinas y persianas que transforman la transparencia teórica en un fiasco. En este sentido, la respuesta al contexto no era más que el uso riguroso del sentido común.
La amenaza más grande para un centro de innovación es la obsolescencia; obsolescencia funcional y estilística. Así que además de la responsabilidad profesional de evitar un muy mal desempeño ambiental, el rechazo a la fachada de vidrio también fue parte de la búsqueda de un diseño que pudiese resistir el paso del tiempo. Pensamos que la mejor manera de luchar contra la obsolescencia era pensar el edificio como si se tratara de una infraestructura, más que de arquitectura. La forma clara y directa es al final la forma más flexible para permitir el cambio continuo y la renovación. La geometría más estricta y la fuerte materialidad monolítica es cómo pensamos reemplazar la moda por la atemporalidad.
La creación de conocimiento requiere de la interacción entre las personas y la posibilidad de ser testigo de lo que otros están haciendo. En los edificios convencionales, los lugares de encuentro tienden a estar sólo en la planta baja y al moverse a los diferentes niveles, normalmente no se ve lo que está pasando en las otras plantas. Es así como hemos multiplicado los espacios de encuentro en toda la altura del edificio usando ventanas empotradas de triple altura, como cuadrados elevados. Mediante la introducción de un atrio permeable en el centro del volumen, también aprovechamos la oportunidad de utilizar la circulación vertical como una oportunidad de aprender y observar directamente lo que está pasando en el interior.
* Conoce el proceso de diseño explicado por Alejandro Aravena aquí.